domingo, 10 de agosto de 2014

Capítulo 15: Yo me desnudo para impresionar

Hola de nuevo!! Que feliz estoy por poder traeros un nuevo capi!!!!!!!!
Pero primero, leedlo, por favor:
1) Advierto, puede ser un poco lemon. No hay contenido sexual en sí, pero aviso por si alguien es... muy, muy, muy sensible a los desnudos. Y aviso de que en el siguiente capi sigue la cosa...
2) El nombre del capítulo hace referencia a la última frase del libro Finalle, de la saga  Hush Hush que terminé el finde pasado.
Besos, siento la espera (ya tenía el capítulo, pero me llevaron al pueblo y allí no hay Internet), y espero que os guste tanto como a mí me gustó escribirlo ;)) 
Os quiero chic@s ^^


Capítulo 15: Yo me desnudo para impresionar

- ¡Caramba! -dice Madge cuando entro en el coche- Eso ha sido intenso.
- ¿Todavía se dice “caramba”?
- No seas borde conmigo.
Arranca, y el coche avanza por el aparcamiento. No soy una experta, pero sé que la calle por la que sigue no es precisamente por la que nos ha traído.
- A mi casa -digo, intuyendo sus planes malvados.
- No. Prim y yo queremos hacer una fiesta de pijamas -oigo una risita en el asiento trasero, y lo acepto; Prim necesita ser niña de nuevo, aunque sea tan solo por unas horas-. No sé qué haremos contigo… ¡Ah, ya sé! No he hablado precisamente del calentamiento global con Peeta ¿sabes?
- Mi madre.
- Bueno, tú decides. No creo que le pase nada por una noche -contesta, cambiando de carril sin poner el intermitente. Se gana un claxon por eso.
Quitando el comentario insensible de Madge… es cierto; no le pasará nada. Ni siquiera sabrá si estamos o no en casa. Todas necesitamos un respiro. Y… Peeta es muy tentador.
- Gracias por ocuparte de Prim. Necesito un descanso.
- Lo sé -dice, mirándome con cara comprensiva, no compasiva. Sabe que la odiaría si así fuera-. Y no lo hago por ti. ¡Lo hago por mí! ¡La niña es la caña!
No definiría a Prim como “la caña”, pero… si quieren una noche algo de fiesta… Espera. Madge fiesta en la misma frase no pueden ir junto a niños. Peor: junto a Prim.
- Serás responsable -digo, mirándola fijamente. Ella me devuelve la mirada- ¡Mira a la carretera! -grito. Casi atropella a un gato. Lo peor habría sido que Prim habría querido llevarlo a casa.
- Siempre soy responsable -dice, mordiéndose los labios para no reír.
- Creo que acabamos de demostrar que no. Claramente no. Al menos, no siempre.
- ¡Dame un respiro! ¿Qué puede pasar? Maquillaje, tele, helado, pijamas y mantas. ¡Nada mortal! -me mira. Le brillan los ojos y me sonríe maliciosamente- Ahora, pequeña gata, hablemos de ti. Está claro que, después de una -mueve las cejas y cambia el tono de su voz ante la siguiente invención:- Peeta-sequía como esta, no puedes apartar tus manos de su cuerpo. ¿Qué pasará esta noche?
Creo que palidezco.
- ¿Estás hablando de… ¡Oh, Dios! ¡Madge! ¿Sexo? ¿Enserio? -susurro furiosa. Intento que Prim no… no preste atención. Eso me saldría caro. Y mal.
- Todas las reconciliaciones tienen su parte buena…
- ¡Calla! -interrumpo. Enciendo la radio por Prim. ¿Es esto la barrera del sonido?
Suena Sweet Louise, de The Belle Brigade. Al menos es buena.
- … y su parte mejor. ¡Ni que fueras una cría!
- Tengo dieciséis. ¡Ni siquiera soy mayor de edad! -y caigo en la cuenta- Espera. Espera, espera, espera. Eso quiere decir que tú… ¡Madge! ¿Darius?
- Eso es cosa mía -sonríe-. Ahora, volvamos a ti, pequeña gata.
Me cruzo de brazos y resoplo. Odio mi nuevo apodo. Me recuerda a Buttercup.
- ¿Estás lista?
- ¿No se supone que eso no se planea?
- ¡Uhhh! Eso es que ya has pensado en ello, y que estás abierta a…
- ¡No!
Y cuando me doy cuenta, ha aparcado como ella (y todos los que no tienen carné) sabe. Torcido. Mi puerta contra una farola.
- Bueno, mañana ya hablamos. De todo -dice, apagando el motor.
- ¿Dónde estamos?
Todo lo que se ve afuera es oscuridad y algún que otro árbol. Lo que no me orienta mucho… por no decir nada.
- Ahora lo averiguarás. Paciencia, pequeña gata.
- Bien -suspiro, agotada. Es mejor así. Nadar contra la corriente agota  tanto los náufragos que, al final, se rinden y son arrastrados mar adentro. Madge emplea la misma técnica. Los náufragos al menos saben lo que hay. La miro, esperando-. ¿No querrás que salga por la ventanilla?
- Oh, sí, claro.
Sale del coche y, tras saltar el cambio de marchas, hago lo mismo.
No veo nada: solo oscuridad. Doy un paso, y meto mi pie en un charco embarrado. Ugh. Maldigo en voz baja y me giro, buscando a Madge. Si estamos en el culo del mundo, será fácil que no encuentren su cadáver. Pero ella ya ha cerrado la puerta del coche. Prim me sonríe tras el cristal y me dice adiós con su manita. Capta toda mi atención y le sonrío, olvidando los pies fríos y mojados, la reprimenda hacia Madge y su posible plan que consista en dejarme tirada… aquí, donde sea que me encuentre. ¡Es verdad, lo había olvidado! Esto era el culo del mundo.
Madge baja la ventanilla y se asoma.
- El cuadradito naranja es para tomar precauciones -me susurra, antes de volver a arrancar.
- ¡Madge! -me quejo, como una niña pequeña.
Pero solo un grillo me responde, mientras las luces traseras del coche de Madge se alejan. Entonces me doy cuenta de lo cómoda que me siento aquí, en territorio salvaje. Bueno, sola no; con el grillo.
Respiro profundamente, inhalando el olor de la humedad, de la dulce savia, de la fauna nocturna, de la pureza de la hierba, del frescor de la noche. Y me siento viva por ello. Cierro los ojos. Es como una de esas noches de caza, cuando todo iba bien: puedo notar el peso del carcaj sobre el hombro, la conocida de la curva de arco contra mi mano. El murmullo del bosque, las caricias del viento en mi piel, la trenza haciéndome cosquillas al avanzar por los senderos. Solo me falta Gale.
Abro los ojos, y entonces me abruma la verdadera posibilidad de tener a Peeta tan cerca esta noche, a solas. Sé que Madge está de broma (aunque no me extrañaría nada que fuera enserio), pero un miedo nervioso se instala en mí. ¿Qué esperará Peeta de mí? ¿Hasta dónde querrá llegar? ¿Hasta dónde quiero hacerlo yo? Siempre se oyen historias, historias en las que la parte racional de la chica grita «¡Detente!» y la parte física… oh, la física no tiene intención siquiera de plantearse nada, es todo instinto. Y no disfruta de nada, o lo estropea, o se amarga por hacer algo de lo que luego se arrepentirá, o… Espera. ¿Me estoy planteando la posibilidad de perder mi virginidad esta noche, como quién tacha patatas de la lista de la compra? Espera de nuevo. ¿Acabo de meter “tachar la palabra patatas” y “perder la virginidad” en una misma frase?
- ¡Katniss!
Me giro y veo una linterna apuntándome a los pies. Camino hacia él como una polilla vuela hacia la luz, vaciando por completo mi mente. E intentando no volver a meter el pie hasta el tobillo dentro de un charco embarrado.
- Peeta -suspiro.
Él ignora el suelo embarrado y llega hasta mí con dos zancadas. Me apoyo en su pecho y me atrae hacia él, hacia sus labios. Wow, Madge tenía razón: este es un claro caso de Peeta-sequía. Después de pensar en tachar patatas, ¿qué dignidad puedo perder ya por decir algo así?
- ¿Dónde estamos? -pregunto, frunciendo el ceño en la oscuridad. Al menos así no me ve comportarme como una cría de tres años.
- No sería una sorpresa si te lo digo -contesta, cogiéndome la mano.
Echamos a andar, hacia Dios sabe dónde. Bueno, Dios y Peeta.
- Tengo un secreto oculto: no soy de las que adoran las sorpresas.
- ¿Por qué no me sorprende? -dice, y por su tono de voz adivino su sonrisa.
- ¿Por qué tampoco te gustan? -pruebo.
Ríe.
- Eres cabezona.
- Exacto -meto el pie en otro charco. Enseguida pego un saltito. Wow. Hoy mi parte de cazadora sigilosa, alma del bosque y gemela secreta de las ardillas se está luciendo. Al menos, los tacones son de Madge. ¡Buajajaja, venganza!-. Y sin sorpresas -bufo.
«Ahí Katniss, que note todo lo que se ha perdido durante estas semanas, ¿eh? Demuéstrale con tu increíble y desbordante personalidad que eres la mejor de lo mejor», me digo. Exacto: tengo un humor de perros como naturaleza. ¿Qué le gustará a Peeta de mí? Tal vez sea un amor de esos que no puedes evitar, como el de las top models hacia el chocolate blanco o el de Julieta a Romeo. Te ha tocado y te aguantas, aunque no sea lo más conveniente (y también aunque el último ejemplo suene mejor).
Oh, los nervios hacen estragos. Y mis pensamientos de por sí normalmente ya son estragos. Esto va hacia abajo en picado… y de nuevo hay un charco.
- Cierra los ojos -susurra Peeta.
- Creo que será suficiente si apagas la linterna -objeto-. He metido dos veces el pie en un charco -añado. Cuatro, en realidad, pero eso a él no le hace falta saberlo.
Se pone frente a mí (cerca. Muy cerca. ¡Yupi!), y apaga la linterna.
- ¿Sabes lo mucho que te he echado de menos? -dice, acariciando mi mejilla.
- ¿Esto es una estrategia? -susurro, inclinándome sobre su pecho.
- Puede -contesta contra mis labios, antes de emplearlos para cubrir los míos.
- Porque funciona -murmuro contra su boca.
- Hhmmmm… -es todo lo que puede contestar.
Yo, ni siquiera eso.
Me cuelgo de su cuello un rato, hasta que es él el que tiene la fuerza y voluntad suficientes para separarse.
- ¿Cuándo hay que cerrar los ojos? -digo alegremente. Demonios, en serio le funciona.
Me rodea y siento sus manos en mi cintura.
- Ahora -me susurra en el oído, y un escalofrío me recorre cuando sus labios rozan el lóbulo de la oreja, haciendo temblar mis rodillas. Oh, en serio, no soy una guarra, pero si se presenta la ocasión con Peeta, no creo que tenga algo que pensar, al menos que no tenga que ver con su… todo.
Me guía unos minutos más, mientras doy pasos pequeños y firmes, intentando demostrar que aún me queda algo de la experiencia entre árboles a pesar de notar el fuego recorriéndome donde sus palmas calientan la piel de mi cadera, incluso a través de la suave tela del vestido.
- Ya -susurra-. Abre los ojos.
Lo hago, y la oscuridad sigue rodeándome. Y entonces me doy cuenta de que estoy equivocada. Unas lucecitas brillan unos metros colina abajo, bailando a causa del viento y rompiendo la negror de la noche. Decenas de lucecitas, formando un gran… rectángulo, y dentro de él hay  bultos que no consigo distinguir bien qué son. Doy un paso más, pero Peeta me retiene por la cintura.
- Mira.
Sigo mirando, y entonces veo la onda. El suelo se ondula, formando un espejo negro. Y entonces lo entiendo. Lago. Es el lago. No había venido aquí sin mi padre.
Las lágrimas empañan mi vista y todo se vuelve negro de nuevo. Las alejo rápidamente para seguir contemplando el lago, pero vuelven de nuevo.
- Peeta… -susurro, sin voz.
- Katniss, yo… creí que… -empieza a balbucear. Después cambia y empieza a maldecirse. Cosas como idiota y deberías pensar las cosas. Quiero decir, sinónimos.
¿En serio cree que …
Me giro y le miro. Él me devuelve la mirada, sus dos trocitos de cielo nublándose, pero rodeo su cuello con los brazos y encajo mi rostro contra el hueco de su cuello antes de que diga nada. Las lágrimas mojan su piel, pero parece no importarle. Ni siquiera sé si le molesta. Me rodea con los brazos y agacha la cabeza para cubrir mi cuerpo con el suyo, protegiéndome de cualquier mal.
- Has traído a mi padre de nuevo -digo contra su cuello-. Gracias.
Porque esto, es más de él que cualquier objeto que pudiese pertenecerle. Es… era, una parte de su alma. Y ahora es nuestra.
- Ya sabes por qué lo he hecho -dice.
- Me gusta oírte repetirlo.
Me separo un poco para mirarlo a los ojos. Incluso en la más espesa oscuridad, brillan, y puedo ver todo lo que me quiere decir en ellos.
- Te amo -susurra.
Le beso rápidamente y junto nuestras frentes.
- Te amo -digo yo.
Y echo a correr colina abajo arrastrándolo detrás.  Rio como cuando era pequeña cuando resbala en la hierba y se desliza colina abajo como si estuviera subido en un trineo, y levanta los brazos como si estuviera montando en una montaña rusa. Yo me dejo caer de lado y ruedo por la hierba como si fuera una croqueta gritona. No tengo tanto estilo, pero me falta el aire entre carcajada y carcajada. Me pego contra su espalda al final de la colina, cerca de la orilla. El rumor del agua y mi respiración agitada son todo lo que se escucha.
Parece que mi amigo el grillo se ha ido a casa.
Miro el cielo, azul y oscuro, negro en algunas zonas, con las estrellas brillantes allí colgadas. Y entonces la mayor estrella de todas mete su cabezota en mi campo de visión y estira su cuerpo junto al mío. Aparta el pelo de mi cara, como si tuviera restos de hierba, y me mira fijamente. Abre la boca para decir algo, pero lo beso y sus palabras se convierten en un gruñido ronco cuando ruedo y me coloco sobre él, con la colina de mi parte. Ni siquiera necesito la manta con las velas: aquí tengo todo lo que necesito. Empieza a acariciar la piel expuesta de mi espalda y la arqueo, intentando acercarme más a él. Intenta sentarse, y después de unos segundos probando lo consigue sin tener que apartar sus labios de los míos. Rodeo su cadera con mis piernas, acercando zonas muy sensibles del uno y del otro. Y el beso se transforma. Toda la delicadeza se esfuma y cualquier forma de beso conocida anteriormente queda degradada. Atrapa mi labio inferior entre los suyos mientras mis manos bailan por su cuerpo, intentando encontrar los malditos botones de su maldita camisa. Acabo encontrándolos, y con dedos temblorosos desabrocho uno a uno. Temblorosos por la anticipación, nada de nervios. Sentir a Peeta así de cerca, de esta forma… siento que va a sustituir mis tardes en el bosque. Es natural, y mi mente no me juega una mala pasada. Está calladita y de acuerdo, muy complacida a decir verdad. No somos un solo cuerpo. Por eso se disfruta. Porque su piel contra la mía no se fusiona por mucho que se rocen, porque sus labios provocan a los míos porque no siempre permanecen juntos. Y porque su corazón late mucho mejor junto al mío cuando me despido del vestido y juntamos nuestros pechos. Somos dos. Dos y uno.
Desabrocho sus pantalones y se deshace de ellos con unas rápidas patadas, justo después de que sus zapatos salgan volando por los aires. Y la corriente caliente me recorre. Me dice que estoy preparada, que no hay miedo ni incomodidad, que va a estar bien y que no es nada malo, ni sucio ni depravado. Que es amor.
Peeta nos pega la vuelta y se coloca sobre mi cuerpo, apoyando un codo y tensando la otra pierna para no aplastarme. Jadea contra mi boca y acaricia mi pelo, que por muy liso que lo hubiera dejado Madge ahora está totalmente revuelto. Y me gusta. Sonrío contra su boca y susurro:
- Está bien si me pongo yo encima.
Noto como sus mejillas se tiñen de rojo, a pesar de todo. Es mi Peeta.
- Debes estar incómodo -insisto.
«Vamos, di rápido que sí y ya podremos continuar con todo lo que sigue después».
Abre los ojos y me toca la mejilla ligeramente.
- ¿Estás segura?
Vuelvo a besarle y empujo su pecho ligeramente, lo que entiende como un «nací segura», y se deja llevar. Vuelvo a estar yo encima. Mi pie toca entonces la orilla mojada y fría del lago. Lo aparto como acto reflejo, pero eso y el rápido pulso de Peeta me dan una idea.
- Ven -digo, y ruedo para tumbarme a su lado.
Me levanto, en ropa interior, y no me ruborizo. Porque veo en sus ojos que le da igual si estoy delgada por el hambre, si mi conjunto de sujetador y braguitas blanco es soso, o si mi cuerpo no es una escultura perfecta, con mi ancho hueso de la cadera y torso más delgado. Él realmente me ve.
Se levanta, también en ropa interior, y entonces susurro.
- Cierra los ojos.
Obedece, aunque susurra con una tímida sonrisa:
- Creía que no te gustaban las sorpresas.
- Nada es como se supone que debería ser cuando se trata de ti, Peeta -digo, besando su pecho.
- En el buen sentido -susurra.
- En el más estricto buen sentido -corroboro-. Como enamorarse -añado, y su sonrisa es más grande. Abre un poco los ojos, pero yo le chisto y vuelve a cerrarlos.
Me desprendo de la ropa interior y la dejo cuidadosamente lo más cerca posible de la orilla, aunque en la parte seca. Meto un pie en el lago y respiro hondo. Noto pinchazos por el frío, pero da igual.
- No abras los ojos, eh -repito.
Peeta asiente sin decir nada, tragando. No sabe lo que le espera, conmigo así en este lugar. Oh, seguro que tengo una ligera idea de lo que pasa por la cabeza. Y más cuando escucha mis gemiditos cuando corro directamente lago adentro, ignorando la temperatura del agua. Parezco un gatito maullando. Y Madge viene a mi mente: Pequeña gata. Oh, no. Ahora puede. Antes era una tigresa.
Nado hasta que el agua me cubre hasta el pecho haciendo pie, y llamo a Peeta. Parece que esté loca. Puede. En este momento, sinceramente, me da igual. Y cuando veo la sorpresa en su rostro, sus ojos desorbitados al mirar mi ropa interior cerca de sus pies, algo me dice que esto no era lo que se esperaba.
- ¡Vamos! -grito.
Una sonrisa traviesa cruza su rostro y me sumerjo en el agua cuando sus calzoncillos descansan junto a mis braguitas. Una cosa es tenerlo desnudo cuando estamos como antes, y otra en la distancia, helada hasta los huesos. Juro y perjuro que como no esté junto a mí pronto me abalanzaré sobre él allí fuera y punto, helada o ardiendo.
Cuando emerjo está a unos pocos metros, y nado hasta que solo hay centímetros separándonos. Nos quedamos quietos unos segundos, mirándonos a los ojos y, supongo, meditado las opciones menos incómodas. Entonces su mano acaricia lentamente mi mejilla, recorre el mentón, y sigue por mi hombro hasta mi brazo. Sus dedos me hacen cosquillas. Cierro los ojos y espiro, concentrándome tan solo en ese contacto, como cuando voy a disparar con el arco. Toda yo me centro en ese acto. Finalmente coge mi mano y me acerca a él con un tirón muy suave. Yo me dejo arrastrar con el agua y rodeo con un brazo su cuello, teniendo acceso a su nuca. En serio, adoro acariciar su nuca. Junto nuestras frentes y jadeo cuando nuestros cuerpos se juntan completamente, como un puzle. He dicho que éramos dos cuerpos distintos, no que no pudiéramos momentáneamente convertirnos en unos. Oh, y sin ropa es mucho más sencillo. Ahora sí noto su corazón bombear fuertemente contra mi pecho, y pongo una mano sobre él. Sus brazos me rodean la cintura, alzándome para estar a la misma altura, y cuando su palma, caliente a pesar del agua, se presiona en mi espalda, no puedo evitar robarle un beso. Él se toma la misma libertad. Separo nuestras frentes y le miro a los ojos. Limpio algunas gotas que corren desde su pelo y solo acentúan su aspecto angelical.
- No parece real -murmuro-, pero es lo más real que he vivido en mi vida.

martes, 22 de julio de 2014

Estoy de vuelta y escribiéndo, con planes para una 2ª parte

¿Vale de algo si pido perdón? Sé que no sois rencoros@s, y me atreveré a escribir el típico -No me lo merezco-, pero espero que la noticia os saque una sonrisita y no me dejéis tirada. Sí, tenéis derecho a restregármelo por la cara. No, prefiero que no lo hagáis. (¡¡MentalmenteDesorientada está de vuelta!!)

Estoy escribiendo de nuevo La Katniss real o no real, la segunda parte de la historia. Tengo una idea que implica que Katniss conozca a más personajes nuevos de Los Juegos del Hambre, romanticismo, dolor, confusión y problemas, como siempre debe tener una buena historia, pero no sé, si tenéis alguna idea, os agradecería que la dejarais en los comentarios.

Os quiero, chic@s, más de lo que creéis y posiblemente haya demostrado. Es que he tenido la mano con una cédula (yo solita con mi mecanismo me jorobé el pulgar izquierdo), y me enganché de nuevo a releer Cazadors de Sombras. Y de ahí, escribí una nueva historia sobre Cazadores de Sombras en cuanto tuve la mano libre (aunque con rehabilitación), y sigo con ello, y sabía que algún día seguiría con Katniss, que esto no era ni mucho menos un final, pero no me urgía... hasta que he visto los comentarios y mensajes privados de Wattpad, pidiendo mi regreso y sin criticar... Y me he dicho: "MK, vas a escribir, por mis narices que lo harás". No aguanto decepcionaros, ya que sois l@s úic@s que han leído mi trabajo y me han hecho pegar saltos de emoción al felicitarme por ello. Porque yo, por fin, había hecho algo bien. Algo que me gustaba, y que no eran tonterías.

Bueno (snif, snif), ya dejo de ponerme tontorrona, ¿eh? Declaro que: esta, es mi vuelta. 

Nada de "Ave atque vale, MK Amantedelibros".



Lee: no pone nada sobre abandonar.

Y besitos a mis seguidoras, que las quiero un montón y quiero dejarlo clarete clarinete. No sería nada sin vosotras, chicas ;))



viernes, 2 de mayo de 2014

Nominada a concurso ^^

Qué bieeen!!! El blog ha sido nominado por Pato Ramirez, de Los Juegos del Hambre, Sinsajo-¿Y si todo hubiera sido al revés? Estas son las preguntas de Pato:

1.¿De todas las sagas que has leído, cual ha sido la que te ha cautivado más?
     Es una pregunta bastante difícil, porque cada una ha tenido su momento en mi corazoncito ^^ pero, creo que... entre Los Juegos del Hambre, Divergente, Mentes Poderosas, Divinicus Nex Chronicles y Cazadores de Sombras: Los Orígenes. No soy capaz de confirmar nada, pero tampoco he añadido tooodas XD

2.¿Si tuvieras la oportunidad de introducirte en una saga, en cual seria? ¿Por qué?
    Divergente, (antes de todo el lío ^^) porque... me encantaría poder hacer el test de facción, y... ser una Osada!! Sí, deseo poder entrar en Osadía ^^, porque me encanta quemar adrenalina, correr tanto como las piernas me lo permiten, sentir el viento en la cara... las pruebas que te retan física y mentalmente.  ;))

3.¿Cuál es la canción con la que tú consideras que te indentificarias?
     We remain, de Christina Aguilera. Trata sobre la lealtad, el sufrimiento y cómo por mucho que te echen, no debes rendirte ni doblegarte. Creo que esa es mi pauta. Quizás por eso quiera ser Osada ^^

4.¿Si pudieras vivir en algún lugar de una saga cual sería?
     Difícil elección, ya que ese gusanillo ha asomado varias veces. Creo que en Limhbad, o la Casa de la frontera, del libro Memorias de Idhún.

5.Nombra tres de las sagas que mas prefieras y el personaje que más te gusta de cada una.
   1- Divergente. ¿Personaje? Admiro la valentía de Tris. Puff, Osada XD No he elegido a Cuatro por su... "debilidad mental" en el tercer libro, respecto al temo de los GP [no digo nada más para no spoilear]
   2- Los Juegos del Hambre. ¿Personaje? Katniss, por su astucia y endereza.
   3- Cazadores de Sombras: Los Orígenes. ¿Personaje? Will, por su fuerza, tanto física como psicológica, renunciando a su amor para protegerla (Tessa). Es todo lo contrario a egoísta, y eso en estos tiempos no se puede decir mucho, desgraciadamente.

6.¿Podrías describir una de las pasiones centrales de tu vida? (escritura, dibujo, pintura, música, etc.)
     La verdad, es que mis amig@s me dicen que tengo muchísimas aficiones. Y es verdad. La primera, el tiro con arco sin dudarlo. Amo el arco de mi padre (no estoy copiando a Kat, es que yo no tengo uno propio por la edad y el del entrenador no cuenta XD). Después, está leer.No puedo soltar un libro si me gusta. Es un hecho. También me gusta la música, más el canto que la mezcla y la composición, pero hago de todo un poco y pocas veces se me ve sin auriculares o cascos y tarareando o marcando el ritmo sin querer ^^. Por supuesto, otra es escribir, si me viene la "inspiración", a ver quíén es el listo que me despega de él. Las últimas... el running (correr), el rapel, el senderismo y la equitación. Me encantan los deportes del tipo "aire-fresco-en-plena-naturaleza-y-mejor-a-grandes-alturas". Seh ^^.

7.Si tuvieras la oportunidad de vivir con un famoso ¿Cuál sería? ¿Por qué?
   Shailene Woodley. Para aprender, porque me cae bien y porque no se la ve una creidita de Hollywood, y so es importante. La fama hace mucho daño a algunas personas, a su personalidad.

8.Si pudieras cambiar algo de tu físico ¿Qué sería?
   No os riáis de mí porque sé que TOOOD@S lo habéis pensado alguna en vez a lo largo de vuestra vida, pero... ojalá hubiese nacido solo con pelo en la cabeza, pestañas y cejas. Odio depilarme. Es un engorro. Pero bueno, supongo que ese problema lo tenemos todas, y cada vez mas chicos también.

9.¿Cómo descubriste el mundo de los blogs?
     Me encantaban los Juegos del Hambre, y cuando acabé Sinsajo me quedé despagada y con ganas de más. Busqué por Internet y vi un montón de historias sobre la trilo, y ya ta. A leer como una posesa. Después vino el crear mi primer blog, después este y luego está el reciente "Diario de una tributo".

10.¿Cuál es tu fuente de inspiración para escribir?
       Leer buenos libros. Cuando no me salen las palabras, busco las de otro y... ¡tachán! Inspiración ha vuelto y sin avisar. También, a veces la música me ayuda, o... otras hay que esperar. Una vez me pasé dos meses sin escribir nada porque nada funcionaba, pero después volví con fuerza. Es cuestión de paciencia.

11.¿Qué saga, que ha salido ha película, considerarías tener un disgusto por los actores que han sido seleccionados para los personajes?
      De momento, todos han ido bien.


La segunda parte de la entrada la completaré más tarde, que el deber me llama... ¡Y matemáticas también!

domingo, 27 de abril de 2014

Nueva historia; nuevo blog; ¿nuevo final?

Ya estoy de vuelta y con Internet!!! Vanilla me dio una idea, y es que no sé si continuar con esta historia o dejarla así, como final. Por supuesto, haría epílogo, eh ;)) La idea que Vanilla me ha dado con su comentario, es esta: ¿Y si escribo otra historia? Pues en mi pueblo, he probado y me he puesto a ello... ¡y ha funcionado! Otra historia escribo, sobre Los Juegos del Hambre; concretamente, los 15º Juegos del Hambre. Fundaré nuevo blog para ella (no me gusta que dos historias compartan blog) y... he pensado que puedo dejaros el primer capítulo. ¿Qué os parece? 
Link del nuevo blog: Diario de una tributo

BESOS!!!! ;))

martes, 22 de abril de 2014

Capítulo 14: Recuerdos de sal y limón

Huuuuuuuuuuuuuooooooolaaa chic@s!! ¿Por qué publico el capítulo TAN PRONTO? Porque me voy a mi pueblo lo que queda de semana, y bye bye Internet, así que... Os lo dejo ya para haceros felices beibiiiis XD 
Estoy contenta,y se me nota, ¿no? Acudiré a un concierto de las Sweet California con mi amigas, estrenan dentro de ná DIVERGENTE (que ya hay anuncios en la tele y publi por la calle ^^), Cassandra Clare publica el... ¿05.05.14, puede ser? (no recuerdo exactamente, pero en mayo seguro) el séptimo y último libro de la saga Cazadores de Sombras, yo y mis locuras seguimos con el running, la historia ya abarca + de 100 páginas... ¡Cómo para no saltar de alegría!
Y la verdad, es que no soy la única; atentos al capítulo, más concretamente,al final. ¿El título? En cuanto leáis, comprobareis que los recuerdos de Katniss pican y escuecen... ¿Lo pilláis? Seguro, mis smarties. Más cosas... ¡ah sí! Cuando leáis la palabra vestido, hay un link para verlo (el que lleva Katniss puesto en la ceremonia), clicar encima si queréis saber cómo es de verdad. Ohhhh!!! Pregunta clave: ¿ACABO AQUÍ LA HISTORIA? COMENTAR PLIS, QUE ESTOY INDECISA...
No me enrollo más, que m'he passat ;)) Petons!!!!!!


Capítulo 14: Recuerdos de sal y limón


Esperaba ver a mi padre en este letargo estado, mientas el sedante hiciese efecto. Le diría que le quiero, él me tranquilizaría, me diría que todo va a estar bien, y se iría a donde quiera que vayan los muertos que fueron buenos en vida. Sencillamente, no. Esto es la vida real, aunque  veces, me parezca un sueño borroso. No real. Un libro, una película, un relato, una historia. Vuelvo a llorar, sin tan siquiera haber abierto los ojos.
Me palpo la frente, como si así apartara la maraña de dolor que me cubre. Algo se mueve encima de mí e intento abrir los ojos, pero pesan demasiado. Después de varios intentos, los abro y me incorporo costosamente. Prim se encuentra abrazada a mí, con su carita roja y aún mojada por las lágrimas. Entierra un poco más su rostro en mi vientre. Echo un vistazo alrededor, y reconozco la habitación de mis padres. Carece de decoración; cama, armario, mesitas de noche y lámparas. Concepto barato en todo su esplendor. Uno de los jadeos de Prim me saca del trance. La arrimo a mí, y en cuanto lo hago noto como mi cuerpo es vago al actuar, a pesar de haberme despertado. Ella murmura en sueños, y llora más violentamente (cosa que me contagia). Finalmente me decido a despertarla, pero oigo otro sollozo y me detengo. La beso en la sien, justo donde acaban los puntos de su herida, y me dirijo al comedor. En cuanto pongo los pies en el suelo y me levanto, me mareo y acabo de rodillas en la moqueta. Así, desesperada, me arrastro a gatas hasta el marco de la puerta, con el cual me ayudo a levantarme. Me tambaleo por el pasillo hasta encontrar a mí madre en el sillón del comedor, llorando silenciosamente. Me quedo quieta, asustada. De vez en cuando jadea, pero no deja de mirar al frente, al vacío.
Me permito dejarme caer contra la pared y llorar allí mismo.
He pillado que han sido informadas.

***


Semanas después del accidente, he despertado. No literalmente, por supuesto. Quiero decir, que he dejado de llorar en un rincón; he dejado de compadecerme; he dejado de preguntarle a dónde ha ido, porque ahora comprendo que nadie me responderá nunca; he dejado de gritarle a mi madre, porque ella aún no ha despertado. También he dejado de hablar con Peeta.  No he vuelto a llamarle, no he permitido que me visite ni que vea en qué estado me encuentro, a pesar de sus constantes llamadas y mensajes, incluso toques en la puerta; nunca pasó del felpudo y nunca deje de llorar. Ahora sólo necesito estar sola, conseguir una fuente de ingresos e intentar superar todo. En este momento, me parece imposible. Y es que ya sé que jamás lo superaré, ya que eso incluiría olvidarlo. Ni siquiera hemos tenido entierro. Siguen buscando en las minas los cuerpos, si es que hay.
No he vuelto al instituto. No sé qué haré con mis estudios. Lo que sí sé, es que las vacaciones de navidad me dejarán el espacio que necesito antes de decidirme a actuar respecto a eso.
De momento, lo único que puedo hacer es cazar para tratarme, y  de paso llenar esas bocas que siempre piden más.

***


Abro el armario de mi madre. Un vestido color crudo de gasa con estampado floral en rosas y rojos es el elegido para ser hoy lucido en el acto en memoria de las víctimas del accidente. Incluso tendré el honor de recibir una inútil medalla al valor, por mi padre, como si así compensaran la pérdida. Salto de la emoción… ¿se me nota?
Me calzo unos tacones, también color crudo, suministrados por Madge. Me acompañará, algo que me anima. Hemos hablado un par de veces por teléfono, pero no soy muy elocuente, y ella no me ha querido presionar. Pero hoy, la he invitado a venir. Ella ha aceptado al instante, alegando que necesita darme un ‘¡gran abrazo!’ inmediatamente.
La dejo peinarme con una simple coleta; pero ella complica las cosas, y pasa una hora de reloj planchándome el pelo. Al final, me lo suelta, ya en la puerta.
- ¿Qué haces? -digo, sorprendida.
- Así mejor, confía en mí.
Le sigo el royo, sin querer discutir tan tempranamente. Tampoco tengo energía.
- ¡Prim! -llamo.
Aparece, un tanto encogida, por el pasillo. Su pelo está recogido en sus dos trencitas de siempre, y luce el mismo vestido (heredado) que yo vestí en el baile del club, el de cuadros rojos.
- ¿Te has despedido de mamá? -me pregunta.
- Sí -miento, con una pequeña sonrisa mientras le doy la mano. La borro en cuanto no mira. No pienso despedirme de ella. Tampoco se dará cuenta de si lo hago o no. Además, nuestra relación… digamos que no pasa por su mejor momento. Me siento traicionada. Yo aquí, intentando que no muramos de hambre, esforzándome por las tres y ella… parada, sin contestarme siquiera.
El viaje en el coche de Madge pasa enseguida, gracias a su temeraria forma de conducir; ella la llama ‘emocionante’.
- ¿Sigues con Darius? -suelto, cuando ya diviso el Edificio de la Justicia del pueblo. Necesito entretenerme y no pensar en ello.
- Sí -responde con una sonrisa, acelerando cuando el semáforo pasa de verde a rojo. Me agarro al reposabrazos del coche. Echo una mirada al asiento trasero y veo a Prim, bien segura con el cinturón; eso me tranquiliza… un poco-. Y tú ¿qué tal con Peeta?
- Creo que hemos roto -contesto, intentando que no parezca nada. «Camino con los pies. Los humanos tenemos pulgar y los primates no. Creo que he roto con Peeta. Este invierno habrá feria en la plaza.» Lo de siempre, normal.
- ¿Crees? -pregunta Madge, saltándose una señal de stop.
- La señal era para parar -resalto.
- Uh -sopla, restándole importancia con la mano-. No cambies de tema. ¿Crees? Porque yo creía otra cosa…
- Madge… -digo, intuyendo que otra de sus sorpresas está preparada. Mi voz es menos amenazadora y más triste que antes. Puede que a lo mejor eso la achante.
- Lo siento. Da igual, habrá mucho público -suelta, aparcando el coche con el ángulo torcido en el recinto exterior del Edificio de Justicia. Me obliga a salir por la otra puerta, la del conductor, ya que la mía choca con un árbol si hago el menor intento de abrirla. Paso por encima del cambio de marchas y mi vestido de engancha en la palanca, cosa que me trae malos recuerdos
[…Haymitch le gruñe algo a Peeta, que llora sobre mi vestido. Yo, me percato de que estoy tendida en el suelo. Unas manos intentan levantarme, pero frenan. Aprovecho para, con mis últimas fuerzas, acariciar suavemente la mejilla de Peeta, que levanta la vista ante el gesto. Creerá que soy un enigma indescifrable. Puede; ni yo misma lo sé. Él presiona un beso en mis dedos, que se mojan con sus lágrimas…]
[...Peeta vuelve a gritar mi nombre, y yo sollozo más fuerte. Me tapo la boca con la mano para intentar que no oiga mi lloro. Lo único bueno que se me ocurre, es que no puede traspasar puertas. Llama al timbre repetidas veces, pero yo sigo sin levantarme, puerta principal contra mi espalda. Así, siento que lo tengo más cerca. Finalmente se cansa, y la puerta tiembla una vez. Una sombra aparece por debajo, y sé que ha adoptado la misma postura que yo al otro lado de la puerta, como un espejo.
- Lo siento -murmuro.
No puedo enfrentarme a él. La posibilidad de que me abandone es demasiado alta, y sé que sería justo por todo lo que le dije, y también sé que, como cuando discutí con mis únicos amigos en el almuerzo, solo retraso lo inevitable. Pero no soy lo suficientemente valiente como para hacerlo ahora. Y que me hagan más daño (Que me rechace. Que se compadezca. O lo peor, que no me deje por pena)… puede que fuera la gota que colmara el vaso y finalmente me rindiera, como mi madre.
- Katniss -exclama al otro lado de la puerta, suponiendo que le escucho. Lo hago atentamente, aunque sea entre lágrima y lágrima-, por favor, abre. Necesito verte… por favor -suplica, con voz rota. Puede que él también esté llorando-. Sé que no te he protegido de esto. No sé cómo podría haberlo hecho, pero de todos modos… no lo he hecho, y he roto mi promesa. Perdóname. Créeme cuando te digo que nada me ha dolido más -hace una pausa larga, tanto que pongo la oreja para ver si sigue ahí, hasta que continúa-. Esas veces en las que no me atrevía a decirte algo, estaba siendo cobarde. Sólo quería decirte… Jamás he sentido esto por otra chica. Por nadie, en realidad. Jamás he amado a otra, Katniss.]
Pero esta vez la tela se libera con un simple tirón.
Mis piernas tiemblan en cuanto los tacones se apoyan en el asfalto. Madge me coge con su habitual agarre de hierro, y por primera vez me alegro. Yo por mi parte, agarro a Prim. Si me fijo bien, puedo distinguir las lágrimas en sus ojos, rojos e hinchados. Los míos, igual.
Por eso paro, me acuclillo frente a ella y le limpio las lágrimas.
- No hace falta que subas -le digo.
- Da igual. Así le diré adiós a papá.
- Vale -contesto, asintiendo.
Nos ponemos en marcha, pero… esa inocente y valiente respuesta; Peeta aquí, tan peligrosamente cerca, sin saber dónde; el acto que me ha traído aquí, al que mi madre no ha podido acudir por no… reaccionar ante nada. Todo, provoca que una lágrima de debilidad se arrastre por mí mejilla antes de que me apresure a limpiarla.

***


Madge nos guía por el recinto como si de su casa se tratase. Un pasillo, otro, unas escaleras arriba, luego abajo, mil giros y ya hemos atravesado el edificio; nos encontramos tras las puertas que dan al escenario. Me sudan las palmas de las manos, pero mi decaído estado no me permite sentir nada más, como nervios o que me muerda el interior de las mejillas. Estoy vacía.
El murmullo de la multitud que espera, expectante, suena como un eco molesto en mis oídos cuando el alcalde Undersee pronuncia mi nombre el primero de la lista de familiares de las víctimas. Todo me parece irreal, mis movimientos mecánicos. Atravieso la puerta, sola frente a una multitud, y empiezo a bajar los escalones. Cuando lo consigo y atravieso el escenario, comienzo a sentir que vuelvo a mí, que soy capaz cambiar de rumbo y no dirigirme automáticamente hacia el alcalde y demás miembros del consejo. Pero, obviamente, no lo hago. Acepto la placa que tiene el nombre de mi padre, cosa que me apena y provoca lágrimas silenciosas que intento evitar. Me doy cuenta de que Prim me seguía todo este tiempo. Puede que no haya vuelto a mí, después de todo. Le cojo la mano y sujeto con la otra la placa, contra mí pecho. Nos apartamos y colocamos frente a todos para que los familiares del siguiente fallecido puedan repetir el proceso. «Parecemos maniquís colocados en un escaparate», me viene a la mente.
Busco señales entre el público inconscientemente: el brillo de su pelo, el rastro de sus ojos... Pero me detengo en cuanto me doy cuenta de que lo hago. «Puede que al final, Peeta no haya venido. Habrá declinado la invitación de Madge, seguro. Estará ya cansado de mí. Yo lo estaría», me digo. De todos modos, hay tanta gente que es muy poco probable que lo hubiese visto con ese simple vistazo. Fijo la vista en el fondo del paisaje, donde los rezagados  interesados todavía acuden al evento. Como si esto fuera un puñetero concierto de Aguilera. ¿Tan interesante es? ¿Personas llorosas y deprimidas que odian lo que están pasando?
Intento ignorar la sensación y dejo que mi pelo hondee libremente; con suerte, me tape la cara. De acuerdo, esto es lo que Madge pretendía que quedara bien cuando me lo ha planchado y dejado suelto. Bueno, no lo puedo negar, aunque ahora algo tan pequeño como eso, parecerle más guapa a los habitantes y a las cámaras, carece de sentido.
Cuando el espectáculo de circo acaba, a los payasos nos dejan bajar del escenario, y lo único que me apetece ahora es tomar una cena caliente acurrucada en algún rincón blandito, como en mi cama debajo de una manta con un cuenco de sopa. Lo malo, es que ni siquiera hay sopa, cosa que me obliga a salir de caza en cuanto llegue, agotada. Me llevará unas tres o cuatro horas, y no tengo toda la energía que a actividad requiere; pero lo haré, por Prim y… y por mi madre. Me apresuro a llegar hasta el coche, arrastrando a Prim detrás. Choca contra mi espalda cuando paro en seco, a diez metros del coche. Madge charla con Peeta, apoyada en el capó. Él me da la espalda, y no sé qué hacer. ¿Corro y huyo o me acerco? ¿Saludo como si nada? ¿Le beso como me pide el cuerpo? ¿Me meto en el coche sin dar una sola mirada? ¿Huyo o me acerco? ¡¿Huyo o me acerco?!
La mano alzada de Madge diciéndome que me acerque en cuanto me ve me deja sin elección, así que camino hasta allí con la cabeza gacha. En cuanto llegamos Prim abraza a Peeta por detrás, sorprendiéndolo. Éste, por su parte, reacciona con un gran abrazo, alzándola en volandas. Le saca una risita a Prim cuando alcanza el punto más alto. Una de sus risitas. Eso que creía que nunca volvería a escuchar. Peeta lo ha hecho posible.
Mientras tanto, Madge se me acerca, preocupada.
- Katniss, él me ha encontrado, yo no… -me susurra.
- Tranquila -le corto, abrazándola-. Está bien.
Peeta deja a Prim en el suelo, y Madge se apresura a meterla en el coche. Ella espera apoyada en la ventana del asiento trasero, charlando con Prim de cosas de chicas, como yo no sé. Eso nos deja nosotros dos. Me atrevo a levantar la mirada, y descubro que él imita sin querer mis movimientos. Ahora debe ver a una delgaducha, pálida, de mejillas huecas y ojos rojos. Él también tiene aspecto de enfermo, pero sigue siendo él; huele condenadamente bien; es tan guapo como siempre lo ha sido; su figura es fornida; su tímida sonrisa brilla en blanco.
Me lanzo a su cuello antes de que el silencio se alargue demasiado, y le abrazo como nunca. Me da igual que puede que no me corresponda. Simplemente sigo el impulso. Y él aprieta sus brazos entorno a mí cintura, y me sorprende que los tacones dejen el suelo, hasta que comprendo que me alza en el aire. No hago otra cosa que reír como una niña pequeña cuando estira del todo sus brazos y me sonríe desde abajo a pesar de las lágrimas contenidas, derramadas y por derramar. Me baja poco a poco y da vueltas. Cuando toco tierra firme, no sé si el mareo es por la felicidad que me embarga o por las vueltas, pero uso la excusa para volver a abrazar a Peeta y sujetarme. Quizás esto esté mal o no, sea real o no… pero sienta malditamente bien. Y sé que debo controlarme, pero…
Para añadir un poco de espacio rompo el segundo abrazo.
- Prim no había reído desde que mi padre murió -digo-. Y…la verdad es que yo tampoco. Gracias.
Asiente, perdiendo la sonrisa.
- Katniss…
- La verdad es tengo que volver a casa -digo, volviendo al coche, pero me coge por la muñeca y me paro.
- No huyas más de mí, por favor. Estar sin ti, sin poder consolarte, tocarte o hablarte… ha sido lo peor, Katniss, lo peor que me ha pasado nunca. No quiero volver a eso. No puedo separarme de ti otra vez.
- No hay nadie que me ayude en casa ahora, Peeta. Entiende que…
- ¡No! Entiende tú que los peces mueren sin agua, que las plantas se marchitan sin luz y que la mayoría de gente sin aire. Pero ahí estoy yo, que solo me ahogo, me marchito, me apago y muero sin ti -exclama, aunque conforme va hablando baja la voz. En las últimas palabras su voz es apenas un susurro, y acaricia mi mejilla mientras cerca nuestros cuerpos. Yo, cautivada y emocionada, no muevo un solo músculo-. Que entre en esa cabecita tuya, que no estoy dispuesto a dejar este mundo todavía.
- ¿Y yo qué? -consigo susurrar, aunque poco a poco voy subiendo el tono de voz- ¿A mí no me ha dolido? ¿No he pensado en ti? ¿No he sufrido? ¿No he llorado un día sí, otro también? ¿No te he echado de menos? ¿No me he vuelto loca pensado en si me dejarías ya, o esperarías unos días por pena? ¡¿En si me querías como yo te quiero a ti?!
Me aparto abruptamente, y se hace el silencio. Lo dicho, dicho está; y también está claro, que eso ha salido de mi boca. Camino en círculos delante del coche, para despejarme. Creo que parezco uno de estos perritos miniatura, dando saltitos y corriendo de un lado a otro sin parar.
- ¿Has dicho… -murmura Peeta a mis espaldas, pero cambia de pregunta- ¿Me quieres?
- Sí -me giro, extrañada, para mirarle. Arqueo las cejas y digo lo obvio, ya cansada. No de repetirlo, sino de que él necesite que lo repita-. Eso ya te lo había dicho.
- Creía que no estabas convencida -dice, acercándose a mí con una sonrisa.
- ¿En serio? Porque no entiendo cómo he podido hacerte pensar eso.
Su panorámica alegre (y cada vez más cercana) me hace sentir algo dentro, algo especial que provoca un cosquilleo y sonrisas. Su aspecto ilusionado de niño-sentado-sobre-las-rodillas-de-papá-noël me provoca risas; esas risas tontas de antes, cuando nos conocimos bien. Por desgracia, también me fijo en que el sol ya se está poniendo tras él, y el cielo se tinta de un tono naranja, cosa que me avisa de la tardía hora sin necesidad de reloj.
- Si no me voy ya tendré que cazar de noche -me digo para mí. Camino lentamente hacia el coche, aunque estoy dispuesta a acabar la conversación con Peeta. Súper dispuesta, para que negarlo. Me apoyo en el maletero y veo como él se acerca con claras intenciones; pero cuando faltan tan solo unos veinte centímetros para tocarme, se detiene.
- ¿Puedo… -traga saliva, y me mira a los ojos- ¿Puedo besarte?
- Sólo hazlo, o lo haré yo -digo, con una sonrisa tonta en la cara. Él, en cuanto escucha la respuesta, sonríe de la misma forma. Aunque por poco tiempo antes de que sus labios presionen los míos. Mi lengua ávida de deseo busca la suya, y la encuentra rápidamente. Apoyo las manos en sus hombros y aprieto su camiseta, recordando lo que me provoca su contacto.
Y al parecer, la búsqueda era mutua.
Me sube encima del maletero y sus manos viajan por todo mi cuerpo, acariciando con sus mágicos dedos cada centímetro libre de mi piel. Yo profundizo más el beso, ansiosa y adicta a él. Masajeo con una mano su nuca, y la otra se dedica a acariciar su espalda, para después centrarse en su abdomen, recorriendo gustosamente sus abdominales. Peeta gime en mí boca, y yo sonrío sobre la suya. Acerca mi cuerpo al suyo presionando con una de sus manos mi rabadilla, y la otra acaricia mis muslos. No puedo negar que mi gemido sea la clara señal de excitación en una mujer.
- ¡Pervertidos, buscaros un hotel! -nos grita Madge, divertida y entre risas, asomada por la ventanilla del coche con medio cuerpo fuera.
Yo suspiro, satisfecha, y separo nuestros labios. Nuestra respiración es agitada pero, yo al menos, me siento relajada. Apoyo la cabeza en su pecho y respiro profundamente, intentando quedar impregnada de su aroma. El amor a te vuelve cursi, que se le va a hacer.
- Te quiero -me dice, abrazándome.
Me incorporo y rodeo su cuello con los brazos.
- Creía que no estabas convencido -digo con voz grabe, imitando la suya.
- Ja-ja-ja. Eres muy graciosa.
- Lo sé -digo mordiéndome el labio-. Me pongo seria, de verdad -ruedo los ojos, chasqueo la lengua y hago crujir mis nudillos, imitando una transformación de, sinceramente, mala calidad-. Te quiero.
Se separa un poco, pero engancho una de sus manos.
- Vale, estoy loca hasta los huesos por ti.
Pone cara de “pensar”, mirando al cielo y rascándose la frente con el índice. Después niega con la cabeza y se separa unos pasos más.
Suelto una carcajada y voy detrás de él, aunque tropiezo por culpa de los tacones y caigo sobre él.
- Te amo -le susurro.
- Te amo.
Nos besamos rápidamente.
- ¿Te vale? -pregunto.
- Me vale -contesta, poniéndome de pie e inclinándome sobre su brazo como si fuera una princesita de Disney.
- Entonces a los dos -aseguro.

Le vuelvo a besar y siento mariposas por ello. ¿Quién iba a pensar que el acto acabaría tan bien? A decir verdad… creo que es mi primer final relativamente feliz. Espero, y estoy segura de que junto a Peeta se hará realidad, que no sea el último.

domingo, 20 de abril de 2014

Capítulo 13: Miss you in a heartbeat

Hola chic@s!! ^^
Este capítulo no ha tardado mucho más de lo que se había previsto... ueeeeeeueeeueueuuueeee!!! Genial; de momento. Cuando lo leáis, de otra historia hablaremos. La verdad, no sabía cómo titularlo; no encontraba nada lo suficientemente triste y demoledor. Me he copiado en el título de una canción triste, lo confieso. Traducción: Perderte en una latido de corazón. Bueno, me contáis qué tal en cuanto lo acabéis. Me encantan vuestros comentarios!!! ;)) Un detallito... los que uséis Internet Explorer y no Chrome, podéis tener problemas técnicos a lo que apariencia estética del blog se refiere. Os recomiendo que uséis el otro navegador web, ya que la fuente de la letra es mucho más clara, como se suponía originalmente. No me enrollo más... BESIS!!!!


Capítulo 13: Miss you in a heartbeat

Peeta no se acerca. Por el contrario, se aleja. Tranquilamente, deja las bebidas que nos había conseguido en la mesa, y camina hacia la puerta que da al pasillo. Lo veo pellizcarse el puente de la nariz y pasar el dorso de la mano sobre su mejilla antes de que la puerta se cierre tras él.
No monta una escenita. Yo, por supuesto, sí.
- ¡No! -grito, antes de casi arrancar la puerta de cuajo y embestir a cualquiera que se encuentre en mí camino.
Los estudiantes me miran un momento extrañados o se quejan vagamente, pero después siguen bailando como si esa chica loca no corriera a través del gimnasio como si el mismo diablo le pisara los talones. Creo divisar a Maysilee como un puntito vestido con seda coral al fondo de la habitación, pero no es eso lo que me importa ahora mismo y no me paro a echar un vistazo dos veces.
Es como si mi vida pendiese de un hilo con tan sólo esa mirada, a través del cristal, del ruido, de la gente, del calor, de todo. Me ha roto el corazón, con sus ojos azules. Y no sé si, recuperándolo o no, podré perdonar Gale por ello algún día.
La puerta golpea violentamente la pared del pasillo cuando la abro. En el gimnasio, nadie se percata. En el pasillo, vacío, parece que haya derribado el Hancock.  Jadeo, pero no paro. Las luces,  algunas de ellas apagadas, tintinean por culpa de algún fallo eléctrico, y me pregunto si algo tendrá que ver con el temblor anterior del suelo. Teorías estúpidas de una chica estúpida.
Me decido por comenzar  la búsqueda de Peeta girando hacia la derecha. Subo las escaleras después de revisar el pasillo, y nada. Corro, revisando todas las clases con una rápida mirada, pero sólo se escucha el pulcro silencio de un instituto sin alumnos, mis tacones y su eco. Bajo, limpiando mis lágrimas bastamente con el dorso de la mano. «Lo vas a encontrar. No te ha dejado. Puedes recuperarlo». Además, yo no quería ese beso. Esta tarde, he sido débil, pero no esta noche. Y quiero a Peeta, y lo sé, y no necesito más que encontrarlo y decírselo. Dos simples palabras, que cambian todo. «Te amo». «Te quiero». Al final, son lo mismo. Me conformo con cualquiera de las dos posibilidades. Sólo me falta el chico de ojos azules.
Bajo de nuevo a la planta baja. Se puede oír las pullas y bravuconadas de los chicos en el vestuario masculino, bebiendo a chorro de un barril de cerveza que ellos mismos se han facilitado. Poco original. Al menos, no me siento tan sola en estos pasillos. ¡No, no estoy sola! ¡Peeta debe andar cerca! Y yo, voy a encontrarlo.
Recuerdo. Recuerdo mi conversación con Haymitch. Y otras cosas de Haymitch, menos agradables. Pero me centro en su risa, después de que yo denominara a Peeta como ‘amigo’, al presentarlos. ¿Rio por qué sabía que le quería? O… ¿puede que Peeta me quiera… me ame? Después de todo, nunca ha dicho la palabra con A. Espera; Haymitch… Peeta… Haymitch y Peeta. ¡Eso es! ¡Haymitch y Peeta! ¡El lugar donde hablé con Haymitch y Peeta me consoló! ¡Allí debe encontrarse! Es un lugar más apartado, pero cercano, y… entre estos pasillos.

***


Sus dos zapatos negros y encerados resplandecen justo cuando estaba decidida a cambiar de opinión y dar media vuelta. Si fuerzo la vista, veo sus mechones rubios al final del pasillo, como si el mismo sol amaneciera entre la oscuridad. Desde luego, a mí me ilumina.
De repente, me siento vieja y cansada. Me quito los tacones y los dejo bien colocados en el suelo. En cuanto mis pies tocan las frías baldosas, vacilo. Yo antes era segura. ¿Por qué no ahora? Porque… ¿y qué pasa si me deja? ¿Si me dice que no me ama? ¿Si ni siquiera me mira? ¿Y si me odia? No. Las preguntas han nublado mi juicio demasiadas veces. Ya estaba decidido. «Le quieres, se lo dices, y que él decida». Allá voy. Desde luego pensarlo así, parece fácil.
Camino hacia a él, silenciosa como un fantasma. Me hago un ovillo, sentada a su lado. Apoyo el mentón en las rodillas y comienzo.
Yo no le he besado -declaro. Empiezo con algo fácil.
Espero, pero no contesta nada. Al menos, no ha huido. Me sudan las manos, incluso retomo la cobarde idea de marcharme, hasta que suspira, levanta la cabeza y me mira a los ojos.
Tranquila -dice, con una sonrisa triste-. No me debes nada, Katniss.
¿Perdón? Eso, desde luego, me ha sorprendido.
Sí; te debo todo. ¿No lo entiendes? No quiero besar a Gale, o a cualquier otro. Yo sólo quiero besarte a ti, Peeta. Quiero estar contigo. De hecho, te quiero, cosa que no le había dicho a nadie. Te quiero Peeta Mellark, y tú has estado conmigo, y si eso no es suficiente como para deberte algo, no sé qué lo será.
Cojo aire y siento como los nervios me hacen temblar. Las luces del pasillo dejan de parpadear y se encienden.
- Pero… pero esta tarde me he dejado llevar -continúo, con voz rota. Las lágrimas salen, como siempre. No, como siempre no, porque ahora no las oculto; es lo último que me importa en este momento-.  ¡Casi le beso, Peeta! ¡Dios! Soy… -me cubro la cara con las manos- lo siento… lo siento mucho…
Se hace el silencio, entre mi llanto, los gritos de los chicos borrachos del vestuario y la música amortiguada del gimnasio.
Al cabo de unos segundos, Peeta se decide a hablar.
- Tú… ¿querías besarlo? -pregunta con voz ronca, con sus nudillos blancos.
- En ese momento… -hora de probar… qué tipo de persona soy- sí -reconozco.
Suspira, cansado. Tengo unas incontrolables ganas de llorar más, si cabe.
- Y… ¿me quieres?
Abro la boca, pero Haymitch se me adelanta.
- Creo que tendremos que esperar para saberlo.
Los dos lo miramos, sorprendidos. Espero a que diga algo arrogante, pero tan sólo veo asomarse a Effie por su espalda.
- Katniss, acompáñanos por favor -dice Haymitch, totalmente serio. Por primera vez; sí, serio.
- ¿Nada de preciosa? -pregunto, enarcando las cejas y limpiando mis lágrmias. Esto, es lo que provoca el estrés.
- Sabía que estabais hechos el uno para el otro -dice Effie, juntando sus manos como una niña pequeña ante una piruleta. Me pitan los oídos a causa de su voz aguda.
Los dos, Peeta y yo, nos levantamos, aunque no abandonamos nuestra posición.
- Effie -gruñe Haymitch-, no es el momento.
Ella solo frunce sus labios, pintados en morado claro, y no replica.
- De acuerdo, esto sí que es raro -digo.
- Katniss, es importante.
- ¿No podéis esperar?
- Da lo mismo -dice Peeta-. Necesito… pensar.
Le miro, y me devuelve la mirada. En sus ojos no encuentro nada que pueda darme un miedo extremo; puedo que después de todo, no me abandone.
- Vamos -murmuro, recogiendo mis tacones. Empiezo a avanzar por el pasillo, y Effie engancha nuestros brazos, como si fuera una de sus, seguramente, chillonas amigas íntimas. Me da un pequeño apretón y empieza a hablar sobre lo bonito que es el vestido, lo acertado del peinado y el esplendor del maquillaje. Debe haber pasado algo realmente grave.
- ¡Peeta! - oigo como le llama Haymitch. Me giro lo justo para ver que le dice algo más, un susurro corto, que lo hace palidecer inmediatamente. Effie me obliga a mirarla para charlar sobre banalidades, pero sospecho que no quiere hacer más que distraerme de la charla entre aquellos dos y la reacción de Peeta. Éste, por su parte, cambia de idea y camina tras nosotras, junto con Haymitch.
Y ahora, es cuando realmente me preocupo. ¿Qué habrá podido pasar? ¿Mi familia estará bien? No puede ser nada más. No me importa nada más. Casa, ahorros, propiedades… cosas que tenemos  o no, pero a buen recaudo. O quizás, yo sea una alarmista y haya algún fallo en mi matrícula, expediente o tecnicismo escolar. Pero entonces, ¿qué pinta Peeta en todo esto?
Bajamos a la planta baja, y el volumen de la música del baile sube crecientemente, hasta provocarme un ligero dolor de cabeza. Me froto la frente y ejerzo presión, con la esperanza de deshacerme del dolor, pero persiste. Aunque parece esfumarse cuando Peeta enlaza sus dedos con los míos. No me atrevo a mirarle, simplemente disfruto del pequeño contacto y me aferro a él como si mi vida dependiese de ello; de hecho, mi felicidad lo hace.
Giramos unas esquinas, caminamos unos minutos más y pronto sé que nos dirigimos hacia ‘el pasillo de los profesores’. Allí, se sitúan la oficina de Effie, conserjería, el despacho del director, la sala de profesores y otros lugares frecuentados por los profesores y demás personal del centro, como la enfermería y los archivos de expedientes. De ahí, que sea ‘el pasillo de los profesores’. Todas las luces se encuentran apagadas, pero me corrijo cuando el agarre de Effie se tensa cuanto más nos acercamos al despacho del mismísimo director Snow. Wow, que honor. Me atrevo a mirar a Peeta. Se muestra inexpresivo; si no lo conociese, diría que tranquilo. Pero una vocecilla me dice que no. No algo tan obvio como la tensión de Effie, cosa que no me asusta, sino otro tipo de tensión; la procesión que se lleva por dentro. Eso, sí me asusta.
Effie y Peeta me sueltan a la vez, de manera calcula y mecanizada. Me contengo de susurrar un tembloroso «¿Qué pasa?», más concretamente un «¿Qué pasa conmigo?». ¿Qué puede ser tan grave como para que Peeta, al que he hecho daño, mucho daño, me acompañe y muestre su apoyo, aunque de una forma más distante? ¿Cómo para que Effie no me insulte de la forma más absurda? ¿Cómo para que Haymitch no sea un borde de mucho cuidado?
Todo ello se va de mí cabeza cuando el director Coronalius Snow me mira con sus ojos de serpiente tras su escritorio. Me recorre un escalofrío, y me quedo parada en el umbral de la puerta, todo lo lejos que puedo estar de ese hombre. Peeta pasa sus manos por mis brazos y me besa en la nuca justo antes de empujarme a dar un paso, hasta que uno tras otro, nos sentamos frente al director.
- Señorita Everdeen, tengo algo que contarle. ¿Quiere un vaso de agua? -niego, aunque el agua me vendría bien. De acuerdo, necesito el agua; no es normal que no sea capaz de producir una gota de saliva.
- Por favor -murmuro, rectificando. Lentamente, se levanta y llena un vasito de plástico de un tanque de agua colocado a tras él, como el de cualquier oficina. Le clavo las uñas a la silla mientras intento disimular mi expectación y preocupación-. ¿Por qué me ha hecho llamar?
Con tranquilidad, deja el vasito sobre el escritorio. Lo recojo y bebo un trago, pequeño.
- No es algo fácil de decir, señorita Everdeen. Y, créame, lo siento mucho -mientras habla, me llega un nauseabundo olor a sangre, y agradable sería decir que leve. Por otro lado, el perfume de la rosa blanca prendida en su chaqueta me noquea. Bebo otro sorbo de agua, intentando despejarme. Me tiembla la mano cuando vuelvo a dejar el vasito en la mesa-. Una de las minas situadas en los Apalaches ha explosionado -niego repetidamente con la cabeza, las lágrimas bañando ya mis ojos. «No puede ser cierto… Él llegará hoy a casa, y estará bien» me digo. Sé, que puede ser una gran mentira piadosa hacia mí misma, pero aun así, me aferro a ello-. Todavía no se han detallado los motivos -prosigue-. El caso, es que, sí puedo confirmar que… muy a mí pesar, su padre, ha fallecido.
- No... -murmuro con voz aguda, encogiéndome en la silla. Nadie me toca, nadie dice nada. Y la verdad, es que lo prefiero así. Disculpas sin sentido por parte de gente que no lo conocía y consolaciones baratas no son, precisamente, lo que necesito ahora. Lloro sin control detrás de mis manos, como si así una cortina me ocultara la placentera mirada de Snow. Entre explosiones, imágenes de mi padre, recortes de canciones susurradas días de caza con él y secuencias de Prim y mi madre, desconsoladas, me vienen a la cabeza las palabras de Peeta «jamás -me susurró al oído- te harán daño». Y yo, como una tonta, le creí. La furia hierve dentro de mí, avivada por el dolor y la desesperación. Ansío con todo mi ser darle un último abrazo, y no podré. Escucharlo cantar la canción que quiere… quería, que yo le cantase a mis hijos; En lo más profundo del prado. Cosa que no haré; tener hijos, digo. No les condenaré al dolor que significa venir a este mundo.  Dolor, del que nadie me ha protegido, como me dijo- mentiroso -susurro entre jadeos y lloros. No hacia Snow. Eso, va para mi “falso protector”.
Bruscamente arrastro la silla hacia atrás y, de un salto, escapo del despacho y de todas esas miradas.

***


Golpeo las taquillas mientras corro sin rumbo por los pasillos. Sé que, aunque haya analizado la situación antes de actuar (cosa que me ha dado ventaja), Peeta corre detrás de mí. Haymitch ha dejado de hacerlo cuando, después de recorrer tres pasillos, le ha faltado el aire. Era de esperar. Y, por primera vez, me percato de lo que necesito un abrazo de este hombre, como si fuese una especie de consuelo barato.
¿Lo habrán hecho? ¿Mi hermana y mi madre estarán informadas? ¿Tendré que hacerlo yo? Lloro más solo ante la menor idea de llevar a cabo la tarea. Cosa que, en realidad, es responsabilidad mía. Debo concentrarme, y pensar en qué hacer, pero… sólo imágenes de sus gritos ahogándose bajo la nube de polvo y las rocas, sepultado o estallando en mil pedazos, sus ojos dejando de brillar, acuden a mí mente.
- Necesitas un taxi -me aconsejo, sin aliento.
Freno por culpa del vestido, ya que una de las lágrimas que forman las llamas se ha enganchado con el respiradero de una de las taquillas. Pego un tirón en el sitio, pero es inútil. Retrocedo para desengancharla como es debido y liberarme, previendo la situación. Espero que algún día aprenda a controlar mi ira; hoy, no es el día, y lo sé. Y eso, no es un final feliz, ya que Peeta es el que gira la esquina y se arrodilla junto a mí, y no otro que no me importe. Aunque ahora, sólo me importa mi padre… mi hermana y mi madre.
No puedo soltar la maldita gema de la taquilla, y me echo a llorar ante mi impotencia. De nuevo, sí.
- Katniss… -susurra Peeta, antes de abrazarme. Me echo a sus brazos y lloro, mojando con lágrimas saladas su cuello. Pero parece no importarle. Entonces, mi memoria hace ‘clic’, y le aparto de un empujón. Su mirada es… devastadora para mi corazón. Lo que pasa, es que mí corazón no es el que habla, sino yo.
 - ¡Vete! -grito, aunque parece más un aullido lastimero de algún animal- ¡Prometiste que no me harían daño!
- Por favor… -dice antes de que le corte, sus ojos también conteniendo lágrimas. Yo, derramo más por ello, aunque no vaya acorde con mi actual comportamiento.
- ¡No! ¡Vete! ¡No puedes pararlo! ¡Está muerto! -grito, furiosa entre lágrimas, después de que me claven un sedante. Espera. ¿Un maldito sedante en mi espalda, cómo en las malas películas americanas? Me siento demasiado furiosa como para que eso me detenga- ¡Mentiroso! Eres un mentiroso… eres… eres un… mentiroso… eres… eres… un… mentiroso… eress…
Las esquinas de mí visión se vuelven borrosas durante un instante. Después, me da igual morirme aquí, allí o más allá. Ojalá la jeringa fuera para eso. Sólo quiero hacerlo. Volver a ver su sonrisa, escuchar su voz, murmurar un ‘te quiero, papá’, y encontrarme en paz, como cualquier muerto dentro de un ataúd. Lo peor, es que seguramente no quede nada que enterrar.
Haymitch le gruñe algo a Peeta, que llora sobre mi vestido. Yo, me percato de que estoy tendida en el suelo. Unas manos intentan levantarme, pero frenan. Aprovecho para, con mis últimas fuerzas, acariciar suavemente la mejilla de Peeta, que levanta la vista ante el gesto. Creerá que soy un enigma indescifrable. Puede; ni yo misma lo sé. Él presiona un beso en mis dedos, que se mojan con sus lágrimas.
Mis párpados aletean cuando Haymitch gruñe por lo bajo.
- ¡Maldito abalorio!